¿Por qué nos cuesta tanto trabajo disfrutar?

En el consultorio me doy cuenta que existe una tendencia natural en la mayoría de las personas que asisten, un fenómeno que jala hacia una especie de lado oscuro, un lado sombrío en donde se vuelve difícil disfrutar de la vida, de los logros y cambiar. Incluso, parece que se tiende a regresar a situaciones complicadas y conflictivas que hacen pensar “¿cómo llegué aquí otra vez?, ¿por qué siempre me pasa lo mismo o no merezco ser feliz? Muchas veces se piensa que son situaciones que están fuera del control y que la vida misma, como la pareja por ejemplo, “envía” lo que es para nosotras.

La realidad es que tenemos guardado un chip dentro de nuestra mente que ha registrado absolutamente todas las experiencias que hemos vivido a lo largo de nuestro desarrollo, un registro que es capaz de guardar hasta el más mínimo detalle de nuestras emociones y uno que por igual, es capaz de nublar todo, sin que podamos saber con precisión, lo que hay dentro. Sin embargo, este registro va a aparecer en forma de actuaciones, es decir que se manifiesta a manera de comportamientos, elecciones y decisiones. No estará consciente, pero sí inconsciente, es como la nuca que une nuestro cuerpo con la cabeza, nunca la hemos visto, pero ahí está y solo la sentimos cuando nos duele.

Este chip, va a estar constituido principalmente de vivencias infantiles, las cuales se elaboran a partir de las emociones, ya que el cerebro y las capacidades se van desarrollando poco a poco y con el paso de los años. Así que en la niñez, nuestra máxima herramienta para vivir al mundo es a través de lo que sentimos. Por eso podemos entender la fragilidad de la misma y la intensidad de las emociones generadas en esa etapa, emociones que si evocamos hoy en día, pueden sentirse, pero que irónicamente no tenemos muy presentes.

En esta primera etapa de la vida es en donde se forma la manera en la que nos vamos a vincular con el mundo en el futuro, si estos primeros contactos fueron frecuentemente sensaciones de abandono, de tristeza, de soledad, de rivalidad, de frustración, esto nos acompañará el resto de nuestra vida. Es importante comprender que ante la fragilidad de la psique humana, casi cualquier cosa deja una marca.

Vincularnos con el mundo significa, como me siento casi diario, que es lo que me pasa con la mayoría de mis parejas, como me llevo con mis padres, con qué tipo de personas me relaciono, como me va en el trabajo o si cumplo mis metas. Cosas del día a día que damos por hecho como si no influyéramos en ellas. Ahí está nuestra marca original y aunque sea difícil de creer, esto será mucho de lo que no nos permitirá disfrutar el hoy. Primero, por el recuerdo guardado que hace daño porque ahí está y se filtra constantemente. Segundo, porque ese conflicto me va a ordenar repetirlo para sentir que esta vez sí lo voy a poder resolver.

Por ejemplo, la mujer que en su infancia pudo haberse sentido por muchos motivos, poco tomada en cuenta por sus papás, echa a un lado o ignorada, buscará en el futuro hombres que no tengan tiempo para ella, tal vez personas con otras parejas, o con otra prioridad que las deje en último lugar. Parte del atractivo, será precisamente, poder hacer que este hombre sí le haga caso, que lo haga cambiar y que lo haga elegirla a ella, esta es la fantasía que nos impulsa a repetir y este es el acto que nos hace sentir, casi siempre, igual. Lo que sigue es que como la elección fue hecha desde el inconsciente para querer resolver algo del pasado, los resultados serán los mismos, porque las personas tendrán las características específicas para generar el mismo efecto, que el de sus padres. Esto a su vez, crea una cadena de tristeza por qué los resultados y las sensaciones se reavivan de manera oculta.

Lo anterior en general, multiplicado por un sin fin de decisiones parecidas, afecta nuestra capacidad de disfrutar nuestra vida.

Parte de la solución es hacer consciente el inconsciente, mientras más conozcamos de esto y de nosotras mismas, más elaboración puede haber y mejores decisiones se tomarán. Resolver estos conflictos en un espacio terapéutico, traerá como resultados más posibilidades de estar en el aquí y ahora para poder disfrutar lo que está pasando. Sin necesidad de estar repitiendo lo que no se pudo solucionar en la infancia.

¿Y a ti, te cuesta trabajo disfrutar?

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